El agua, tan preciada en muchos países del hemisferio sur de nuestro planeta (donde no abunda), no es mirada de la misma forma en otros países donde los refrescos han ido conquistando poco a poco millones de neveras del primer mundo. Nuestro país no es una excepción ya que llegamos a consumir al año más de cinco millones de litros y además somos unos de los principales productores europeos de estas bebidas. No hace falta decir que la subida de temperatura en los meses veraniegos multiplica este consumo de manera exagerada. Es alarmante que las estadísticas reflejen como más de dos tercios de la población prefieran combatir el calor con refrescos comerciales antes que recurrir a un humilde y fresco vaso de agua. A ver: No voy a discutir que busquemos conciliar una necesidad básica como la de calmar la sed con otra más hedonista como la de mimar nuestro sentido del gusto. El problema empieza cuando para conseguir ambas cosas recurrimos a azucarados o artificiales refrescos pensando que la mezcla de burbujas y sabores ultrapotenciados por químicos van a ayudarnos a calmar la sed. Pues os adelanto que esa sensación de frescor que proporciona va a durar poco y nada. Es más, es un arma de doble filo que va a lograr lo contrario de lo que se publicita (que es matar la sed). Llevar una buena dieta tiene que empezar por las cosas que bebemos. Y si no nos apetece hidratarnos con agua al menos deberíamos buscar opciones que complementen nuestra dieta aportando nutrientes extra y no con bebidas-veneno que en grandes cantidades pueden ocasionarnos serios problemas de salud a corto y medio plazo.
La verdad sobre los refrescos comerciales
Es irónico que los refrescos fueran inventados por laboratorios farmacéuticos para intentar aliviar de forma amable diversas dolencias y malestares como los trastornos digestivos. Lo que no previeron estas mismas empresas es que degenerarían en unas bebidas llenas de aditivos químicos que provocarían los mismos efectos entre la población que aquellos que intentaron remediar antaño. Vamos entonces a desglosar el peligro de los refrescos industriales:
¿Qué patologías promueve un abuso del consumo de ciertos refrescos?
Sobre todo: La descalcificación de los huesos, la formación de caries, la diabetes y la obesidad (especialmente la obesidad infantil). Hay además muchos efectos secundarios que menciono más abajo.
¿Qué ingredientes componen estas bebidas para hacerlas tan poco recomendables?
Una lata de refresco puede contener:
- Agua (lo único que se salva pero de poco vale)
- Anhídrido carbónico (gas)
- Azúcar refinada o edulcorantes artificiales (me cuesta decidirme por cual me preocupa más)
- Saborizantes químicos (mejor ni empiezo a hablar de ellos porque es un post en sí mismo)
- Cafeína o taurina (de mal a peor)
- Y ahora vamos con el gordo: otros aditivos tan cuestionables como el ácido fosfórico o el glutamato monosódico… (hay muchos más eh! pero ahora vamos a centrarnos en los principales o más comunes… )
Por supuesto ninguno de estos elementos aportan a nuestra dieta ningún beneficio nutricional ya que no contienen macronutrientes ni vitaminas o minerales, a no ser que se les añadan de forma artificial, lo que en ningún caso se podría comparar a los nutrientes naturales. Analizando uno a uno los efectos secundarios de alguno de estos ingredientes nos encontramos con toda una larga lista (que yo resumo y me dejo algunas) que los fabricantes por supuesto omiten mencionar. Quizás el ingrediente más inofensivo sea el gas carbónico añadido que en general deben evitar personas que sufran meteorismo o colon irritable. Aunque un exceso de estas bebidas carbonatadas puede dar lugar a una gastritis en los estómagos más delicados.
El glutamato monosódico (E-621) también tiene unos efectos colaterales peligrosos ya que aumenta a casi el doble la sensación de hambre creando una voracidad ansiosa que nos lleva a comer más de lo que nuestro cuerpo necesita. Un estudio realizado entre adolescentes demostró hace ya tiempo que gracias a algunos de estos aditivos el riesgo de sufrir una fractura ósea es tres veces mayor entre los que consumen estos refrescos, especialmente los de cola. De esto tiene mucha culpa el ácido fosfórico ya que desequilibra la interacción calcio-fósforo de los alimentos dificultando la fijación del calcio en los huesos. Y esto preocupa todavía más cuando las estadísticas reflejan que los principales consumidores de estas bebidas son aquellos que todavía se encuentran en fase de crecimiento. Hay otros aditivos peligrosos como el butilhidroxitolueno o el butilhidroxianisol que pueden producir alergias e intolerancias alimentarias, o los colorantes que usan ciertos refrescos conocidos como el caramelo de sulfito amónico prohibido por algunos países como Estados Unidos, por su supuesta toxicidad. Además cada inocente lata de 33 ml puede llegar a contener de media hasta el equivalente a cinco sobrecitos de azúcar. Algo desproporcionado y desgraciadamente no siempre convenientemente indicado en la información nutricional de los envases. Y es que el azúcar no sólo no nos aporta ningún nutriente si no que además disminuye la asimilación de vitaminas como la C, la provitamina A o algunas del grupo B así como minerales tan importantes como el calcio. Y como ya apunto en otros post, sus consecuencias sobre la salud son nefastas ya que además de deteriorar nuestra salud dental, ocasionaremos problemas digestivos y de estreñimiento y podemos dar paso a enfermedades tan graves como la diabetes y algunos trastornos metabólicos que abrirán la puerta a la obesidad.
Malas combinaciones
Proliferan en el mercado distintas opciones de zumos + leche de vaca, una más que dudosa combinación que considero un atentado nutricional contra cualquier estómago adulto y que, como poco, puede degenerar en gases y en cortes de digestión (esto sin entrar en el tema lácteos). Si alguna vez hemos tomado esos refrescos y notamos al cabo de un rato que nuestro abdomen se hincha, nos llenamos de gases o nuestras deposiciones se vuelven más líquidas tendremos la mejor prueba de sus efectos en nuestro organismo. Porque además de la combinación errónea, muchos adultos sufren de intolerancia a la lactosa sin saberlo y cuando prescinden de estos productos notan como mejora su digestión y el nivel de energía aumenta, en parte debido a una mejor absorción de nutrientes. Además, la combinación de frutas con leche puede empeorar el nivel de fermentación bacteriana en nuestro intestino potenciando la sensación de malestar.
Y en general tampoco se debería acompañar nuestras comidas principales con refrescos con gas ya que eso interfiere con una correcta digestión de todo lo que lo acompañe. Otro modelo de mala combinación es la de refrescos de cítricos-noche. Hay un viejo dicho popular que reza así: “La naranja es oro por la mañana, plata al mediodía y plomo por la noche”. Aunque no todos los estómagos son iguales estos refrescos aumentan muchísimo la acidez del estómago y por la noche que es cuando el metabolismo se ralentiza puede ocasionarnos fermentaciones nada agradables.
Refrescos caseros
Cuando elaboremos nuestros refrescos caseros no necesitamos recurrir a ningún ingrediente artificial para conseguir un resultado perfecto.
- Si queremos darle un toque burbujeante a nuestra bebida lo más recomendable es utilizar aguas que contengan gas carbónico natural y no añadido, que dan unas burbujas más delicadas y menos agresivas para nuestro estómago.
- Para lograr el dulzor deseado yo recomendaría 4 tipos de endulzantes: Sirope de agave que es el que tiene un sabor más parecido al azúcar y no sube el índice glucémico. Maltas de cereales que le darán un gusto más especial a nuestros refrescos y un extra de minerales como la malta de cebada, menos dulce que el azúcar pero más fuerte en sabor, el sirope de arroz integral con un sabor suave que combina muy bien con tés fríos, o los siropes de savia de árboles como la palma o el arce ricos en minerales como el calcio o el potasio. Si estamos a dieta o queremos refrescos más ligeros podemos usar Xylitol (que reduce las calorías casi a la mitad) o Stevia (que da un regusto a regaliz pero con 0 calorías). También podemos combinar algunos de estos 4 para obtener un mejor resultado de sabor y propiedades.
- Es importante aprovechar para nuestros refrescos de verano la gran variedad de sabrosas frutas que nos ofrece la temporada. Melocotones, ciruelas, bayas, albaricoques, melones, sandías o uvas hidratarán a nuestro cuerpo desde dentro proporcionándonos una valiosa fuente de nutrientes muy necesaria con la perdida de minerales a través del sudor de estos meses. Es positivo mezclar colores a la hora de elegir las frutas que compondrán nuestros zumos para asegurarnos todos los nutrientes posibles.
- Las infusiones o tés bajos en teína son un gran aliado para obtener una bebida refrescante y sana. Por ejemplo combina muy bien el roiboss con un licuado de manzana, o el té blanco con cáscara de naranja y raíz de regaliz.
- Es recomendable tener siempre a mano una provisión de hierbas frescas como la menta, el tomillo, la melisa o la verbena. Infusionadas con un poco de sirope de agave y con hielo mitigan de forma rápida los efectos del calor. Aunque podemos introducir estas hierbas en licuados. Ejemplo: licuado de sandía con albahaca. ¡Delicioso!
- Si queremos conquistar a los peques de la casa con una bebida muy rica podemos probar a hervir leche de avena con sirope de arce, canela y corteza de limón. Cuando esté tibio lo metemos en la nevera para que se enfríe mucho antes de beber.
- Y para los que buscan un sabor nuevo y ultra sano recomiendo un granizado de licuado de zanahoria con jengibre 😉